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El autobús nos dejó en el pueblo de al lado. Desde allí nos dirigimos por la carretera comarcal que no deja de ser un camino asfaltado hacia Fuenllana. Durante el trayecto no podíamos apreciar nuestro destino ya que el camino parcialmente recto presentaba una elevación que se interpone entre el caminante y su destino.

Aquellos que disfrutan el placer de viajar sin rutas predeterminadas y prefieren descubrir lugares desconocidos, se llevarán la grata sorpresa de encontrarse en un rincón casi escondido de La Mancha.

A la entrada del pueblo nos encontramos con un puente de piedra antiguo con calzada, por donde discurre el arroyo Tortillo. Un pueblo lleno de calles estrechas por las que se puede pasear tranquilamente, donde todo el mundo se saluda y se conoce, las ancianas enlutadas tomando la fresca sentadas en peñas a las puertas de sus casas, dando forma a la estampa eterna del lugar, sin lugar a dudas, presenta el aspecto típico de un pueblo castellano-manchego.

Recuerdos de niñez. M.C.